Así son los planetas errantes: cuerpos celestes que no orbitan ninguna estrella
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Alex León
10/22/20254 min read


En el imaginario colectivo, los planetas son cuerpos que giran alrededor de una estrella, como la Tierra con el Sol. Sin embargo, el universo es mucho más complejo y sorprendente. Existen planetas que no orbitan ninguna estrella: son los llamados planetas errantes, huérfanos o interestelares. Estos mundos solitarios vagan por el espacio sin la luz ni el calor de un sol cercano, y su existencia plantea preguntas profundas sobre la formación planetaria, la habitabilidad y los límites de la astrofísica moderna.
¿Qué es un planeta errante?
Un planeta errante es un cuerpo celeste con masa planetaria que no está gravitacionalmente ligado a ninguna estrella. En lugar de seguir una órbita estable, se desplaza libremente por el espacio interestelar. Algunos fueron expulsados de sus sistemas originales durante etapas tempranas de formación, mientras que otros podrían haberse formado directamente a partir del colapso de nubes de gas, como las estrellas, pero sin alcanzar suficiente masa para iniciar la fusión nuclear.
Según estimaciones recientes, podría haber miles de millones de planetas errantes en nuestra galaxia. Estos objetos no solo existen, sino que podrían ser más comunes de lo que se pensaba. Astrofísicos detectan anomalías en la expansión del universo que desafían el modelo Lambda-CDM
Cha 1107-7626: el planeta que devora materia
Uno de los descubrimientos más impactantes de 2025 fue el planeta errante Cha 1107-7626, ubicado a unos 620 años luz de la Tierra, en la constelación de Camaleón. Este objeto, que no orbita ninguna estrella, está creciendo a una velocidad récord: devora seis mil millones de toneladas de gas y polvo por segundo. Su masa se estima entre cinco y diez veces la de Júpiter, lo que lo sitúa en el límite entre planeta gigante y enana marrón.
Lo más sorprendente es que este crecimiento ocurre sin la influencia de una estrella cercana. Cha 1107-7626 parece estar rodeado por un disco de material que alimenta su expansión, un fenómeno más típico de estrellas jóvenes que de planetas. Este comportamiento ha desconcertado a la comunidad científica y ha abierto nuevas líneas de investigación sobre la formación de cuerpos celestes sin estrella madre. Descubren un planeta errante que devora 6.000 millones de toneladas por segundo: Cha 1107-7626
¿Cómo se detectan estos planetas?
Detectar planetas errantes es extremadamente difícil. Al no emitir luz propia ni reflejar la de una estrella cercana, son invisibles para los métodos tradicionales de observación. Los astrónomos recurren a técnicas como la microlente gravitacional, que permite detectar la presencia de un objeto masivo cuando pasa frente a una fuente de luz distante, distorsionando su trayectoria.
Otra técnica es la observación infrarroja, que puede captar el calor residual de estos cuerpos, especialmente si son jóvenes y aún conservan energía térmica de su formación. Telescopios como el James Webb y el Euclid están comenzando a identificar estos objetos con mayor precisión, lo que podría multiplicar el número de planetas errantes conocidos en los próximos años.
¿Pueden tener lunas o sistemas propios?
Aunque parezca contradictorio, algunos estudios sugieren que los planetas errantes podrían tener lunas o incluso discos protoplanetarios capaces de formar sistemas secundarios. Esto ocurre si el planeta conserva suficiente masa y atracción gravitacional para retener objetos cercanos. En teoría, un planeta errante podría tener una luna que lo acompañe en su viaje interestelar, formando un sistema binario sin estrella.
Además, si el planeta errante se formó por colapso directo de gas, podría haber generado un entorno similar al de una estrella joven, con material circundante que eventualmente forme cuerpos menores. Aunque estas hipótesis aún están en estudio, abren la posibilidad de que los mundos errantes no sean tan solitarios como se pensaba.
¿Podrían albergar vida?
La ausencia de una estrella parece condenar a estos planetas a la oscuridad y al frío extremo. Sin embargo, algunos científicos han planteado escenarios en los que la vida podría existir en planetas errantes. Si el planeta tiene una atmósfera densa o una capa de hielo que retenga calor interno, podrían existir océanos subterráneos protegidos del vacío exterior.
Este tipo de habitabilidad se basa en fuentes de energía internas, como la radioactividad o el calor residual de la formación planetaria. En lunas como Europa o Encélado, que orbitan planetas gigantes, ya se han detectado océanos bajo el hielo, lo que sugiere que la vida podría sobrevivir sin luz solar directa. Si un planeta errante tiene condiciones similares, no se puede descartar la posibilidad de vida microbiana.
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¿Cómo se forman los planetas errantes?
Existen dos teorías principales sobre su origen:
Expulsión de sistemas planetarios: Durante la formación de un sistema solar, las interacciones gravitacionales pueden ser caóticas. Algunos planetas son expulsados por colisiones o perturbaciones, quedando libres en el espacio.
Formación directa por colapso de gas: En regiones densas del espacio, una nube de gas puede colapsar y formar un objeto masivo sin llegar a ser una estrella. Si la masa es insuficiente para iniciar la fusión nuclear, el resultado es un planeta errante.
Ambos procesos son compatibles con los datos observados, y es probable que ambos ocurran en distintos contextos. La existencia de discos de material alrededor de algunos planetas errantes sugiere que la formación directa podría ser más común de lo que se pensaba.
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¿Qué nos enseñan sobre el universo?
Los planetas errantes desafían nuestras ideas sobre lo que significa ser un planeta. No tienen amaneceres ni estaciones, no orbitan una estrella, y sin embargo existen, se forman, crecen y podrían incluso albergar vida. Su estudio nos obliga a repensar los límites de la astrobiología, la formación planetaria y la estructura del cosmos.
Además, podrían representar una fuente de información única sobre las condiciones del espacio interestelar. Al no estar influenciados por una estrella, su composición y evolución reflejan directamente el entorno galáctico. En el futuro, podrían convertirse en objetivos de exploración para sondas interestelares o misiones de largo alcance.
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