Radiación cósmica: el mayor enemigo biológico de los astronautas

ARTÍCULOS ASTRONOMÍA

Alex León

10/28/20255 min read

La radiación cósmica es uno de los desafíos más complejos que enfrenta la biología humana fuera de la Tierra. Invisible, constante y altamente energética, esta forma de radiación atraviesa el espacio como un flujo de partículas que puede alterar profundamente la estructura molecular de los seres vivos. En particular, su impacto sobre el ADN humano plantea riesgos que van desde mutaciones genéticas hasta enfermedades degenerativas, pasando por alteraciones celulares que aún no comprendemos del todo. En este artículo exploramos cómo actúa la radiación cósmica sobre el ADN, qué tipos de daño provoca y por qué representa una amenaza real para la exploración espacial.

¿Qué es la radiación cósmica y por qué es peligrosa?

En condiciones normales, la Tierra nos protege de la mayor parte de la radiación cósmica gracias a dos escudos naturales: la atmósfera y el campo magnético. Estos filtros bloquean o desvían la mayoría de las partículas ionizantes que llegan desde el Sol o desde fuentes más lejanas, como supernovas y núcleos galácticos activos. Sin embargo, cuando un ser humano abandona la órbita terrestre baja —como ocurre en misiones a la Luna o Marte— esa protección desaparece. En esos entornos, los astronautas están expuestos a niveles de radiación que pueden superar en días lo que una persona recibe en años sobre la superficie terrestre.

La radiación cósmica se compone principalmente de protones solares, rayos cósmicos galácticos y partículas secundarias generadas por colisiones. Los protones solares provienen de erupciones en la superficie del Sol y pueden alcanzar velocidades extremas. Los rayos cósmicos galácticos, por su parte, son núcleos atómicos acelerados por eventos violentos como explosiones de supernovas. Estas partículas tienen una energía tan alta que pueden atravesar el casco de una nave espacial, los tejidos humanos y llegar hasta el núcleo de las células. Cuando lo hacen, pueden interactuar directamente con el ADN, rompiendo enlaces químicos y provocando daños que el cuerpo no siempre puede reparar.

Relacionado: ¿Qué hay realmente en el centro de la Vía Láctea? La ciencia responde

El ADN humano es una molécula delicada, formada por una doble hélice de nucleótidos que codifican toda nuestra información genética. Cuando una partícula de radiación cósmica atraviesa una célula, puede dañar el ADN de dos formas principales: directa e indirectamente. En la acción directa, la partícula impacta la hélice y rompe enlaces covalentes entre bases, generando cortes simples o dobles. En la acción indirecta, la radiación ioniza moléculas cercanas, como el agua, generando radicales libres que atacan el ADN desde el entorno celular.

Estos daños pueden provocar mutaciones, errores de replicación, pérdida de información genética y activación de genes oncogénicos. Si el daño no se repara correctamente, la célula puede entrar en apoptosis (muerte programada), volverse cancerígena o transmitir errores a futuras generaciones celulares. En tejidos sensibles como la médula ósea, el cerebro o los órganos reproductivos, estos efectos pueden ser especialmente graves.

Artículo recomendado: Así son los planetas errantes: cuerpos celestes que no orbitan ninguna estrella

¿Qué consecuencias tiene para la salud humana?

La exposición prolongada a radiación cósmica puede desencadenar una serie de efectos biológicos acumulativos. Entre los más estudiados están:

  • Cáncer

  • Enfermedades neurodegenerativas

  • Alteraciones cardiovasculares

  • Infertilidad

  • Envejecimiento acelerado

  • Mutaciones hereditarias

Estos riesgos aumentan con la duración de la misión, la intensidad de la radiación y la vulnerabilidad genética del individuo. Por eso, los astronautas son monitoreados constantemente y se establecen límites de exposición acumulada.

¿Qué implica esto para la exploración espacial?

La radiación cósmica es uno de los principales obstáculos para la colonización de otros planetas. En la Estación Espacial Internacional, los astronautas reciben entre 0.3 y 0.6 milisieverts por día. En una misión a Marte, podrían acumular más de 1 sievert, lo que aumenta significativamente el riesgo de cáncer. Además, en la superficie marciana no hay atmósfera ni campo magnético que proteja, por lo que los hábitats deberán estar enterrados o blindados.

Las agencias espaciales estudian soluciones como blindaje activo, materiales absorbentes, terapias genéticas y monitoreo en tiempo real. Sin embargo, ninguna solución es definitiva. La radiación cósmica sigue siendo un factor limitante para misiones largas y asentamientos permanentes.

Te puede interesar: Cómo se orientan las sondas en el vacío absoluto del espacio

¿Qué dicen los experimentos en órbita?

La NASA y otras agencias han realizado múltiples estudios en la Estación Espacial Internacional para entender cómo afecta la radiación a organismos vivos. Uno de los más conocidos es el cultivo de lechugas en microgravedad. Aunque las plantas crecieron bien, los análisis mostraron una reducción significativa en antioxidantes y minerales esenciales. Esto sugiere que la radiación también altera la biología vegetal, lo que complica la autosuficiencia alimentaria en el espacio.

Otros experimentos han analizado bacterias, ratones y células humanas. En todos los casos se observan mutaciones, estrés oxidativo y alteraciones en la expresión genética. Incluso se ha detectado que ciertos genes se activan como respuesta al daño, lo que podría usarse para desarrollar biomarcadores de exposición.

¿Puede el cuerpo humano adaptarse?

El cuerpo humano tiene mecanismos de reparación del ADN, como la escisión de bases, la recombinación homóloga y la unión de extremos no homólogos. Estos sistemas detectan el daño y lo corrigen, pero tienen límites. Si la radiación es muy intensa o prolongada, los errores se acumulan y superan la capacidad de reparación.

Algunos científicos exploran la posibilidad de modificar genéticamente células humanas para resistir mejor la radiación. Se estudian genes de organismos extremófilos, como Deinococcus radiodurans, que sobreviven a dosis letales. También se investiga el uso de antioxidantes, fármacos protectores y técnicas de edición genética. Aunque prometedor, este enfoque plantea dilemas éticos y técnicos aún sin resolver.

Relacionado: ¿Qué pasaría si la Luna tuviera atmósfera? ¿podríamos vivir allí?

¿Y los mitos sobre superpoderes?

La cultura popular ha fantaseado con la idea de que la radiación cósmica puede otorgar habilidades extraordinarias. Los Cuatro Fantásticos, por ejemplo, obtienen sus poderes tras una exposición en el espacio. En la realidad, no hay evidencia científica de que la radiación mejore capacidades humanas. Al contrario, los efectos son perjudiciales, acumulativos y difíciles de revertir. La radiación no transforma, deteriora.

¿Cómo se mide la radiación cósmica?

Para evaluar el riesgo, se utilizan unidades como el sievert (Sv), que mide el efecto biológico de la radiación, y el gray (Gy), que mide la energía absorbida por el tejido. Los límites de exposición varían según la misión, el sexo, la edad y el historial médico del astronauta. En general, se busca mantener la dosis efectiva por debajo de 1 sievert acumulado, aunque esto puede cambiar según los avances tecnológicos.

El ADN como frontera biológica

La radiación cósmica representa una amenaza silenciosa pero constante para la biología humana en el espacio. Afecta el ADN, altera funciones celulares y pone en riesgo la salud a largo plazo. Para avanzar hacia colonias en Marte o bases lunares, será necesario combinar ingeniería, genética y medicina espacial. El futuro de la exploración no depende solo de cohetes, sino de entender cómo proteger el núcleo mismo de lo que somos: nuestra información genética.

La ciencia no busca superpoderes, sino supervivencia informada. Y el ADN humano será el campo de batalla silencioso en cada misión interplanetaria.

Te puede interesar