Cómo funcionan los cables submarinos que conectan internet entre continentes

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Alex León

10/10/20255 min read

Por Alex León | CienciaZ.com | 10/10/2025

Cada vez que envías un mensaje, haces una videollamada o ves una película en streaming, estás usando una infraestructura que no se ve: los cables submarinos. Estos enormes cordones de fibra óptica recorren los océanos y transportan más del 95 % del tráfico mundial de internet, conectando continentes y sosteniendo la economía digital moderna.

Aunque muchos creen que internet viaja por satélite, la verdad es que el corazón de la red global está sumergido bajo el mar, en una red física que hace posible todo lo que conocemos del mundo conectado.

De la telegrafía al streaming

El origen de los cables submarinos se remonta al siglo XIX, cuando aún no existía internet. En 1858, se intentó conectar Europa con América mediante un cable telegráfico transatlántico, pero falló tras solo tres semanas. Sin embargo, en 1866, se completó el primer cable funcional, cambiando la historia de las comunicaciones: los mensajes que antes tardaban semanas ahora cruzaban el océano en minutos.

Durante el siglo XX, los cables evolucionaron del cobre al coaxial, y finalmente a la fibra óptica, capaz de transmitir terabits por segundo. Gracias a esa tecnología, hoy podemos hacer videollamadas, jugar en línea y enviar datos casi a la velocidad de la luz.

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Cómo son los cables submarinos modernos

Los cables actuales no son simples hilos. Están compuestos por un núcleo de fibra óptica que transmite señales de luz codificadas con datos. Ese núcleo está protegido por capas de aislamiento, acero, plástico y blindaje para resistir la presión oceánica, la salinidad y hasta mordeduras de tiburones curiosos.

Cada cable incluye repetidores ópticos cada 50–100 km, que amplifican la señal para evitar pérdidas en trayectos que pueden superar los 20 000 kilómetros. A pesar de su potencia, su tamaño sorprende: un cable típico tiene el grosor de una manguera de jardín.

Cómo se instalan bajo el océano

La instalación de estos cables requiere barcos especializados equipados con maquinaria de precisión. Desde la costa, el cable se extiende hasta el fondo marino, donde se deposita cuidadosamente para evitar daños. Las rutas se planifican con precisión milimétrica, esquivando zonas volcánicas, fallas geológicas, áreas pesqueras o regiones de alta actividad sísmica.

El proceso puede durar semanas o meses, dependiendo de la longitud y profundidad. A menudo, los cables atraviesan más de un país o varias zonas económicas exclusivas, lo que exige coordinación diplomática y permisos internacionales.

Quién controla los cables submarinos hoy

Durante décadas, los cables submarinos eran gestionados por consorcios de operadoras telefónicas internacionales. Pero hoy, los verdaderos dueños del tráfico global son las grandes tecnológicas.

Empresas como Google, Meta, Microsoft y Amazon financian, construyen y gestionan sus propios sistemas. Por ejemplo, Google posee cables como Curie (EE. UU.–Chile), Dunant (EE. UU.–Francia) y Equiano (Portugal–Sudáfrica). Meta lidera 2Africa, el proyecto más grande del mundo, con más de 40 000 km de longitud. Microsoft y Amazon mantienen rutas que conectan sus centros de datos en la nube (Azure y AWS).

Este cambio de poder plantea nuevos desafíos de soberanía digital y ciberseguridad, ya que gran parte de la conectividad europea, por ejemplo, depende de cables propiedad de empresas estadounidenses.

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Cuántos cables existen y dónde están

Actualmente, hay más de 500 cables submarinos activos en todo el planeta, según el mapa de TeleGeography. Y cada año se instalan más. Las principales rutas conectan Europa y América del Norte (Atlántico), Asia y América del Norte (Pacífico), África y Europa (Mediterráneo y mar Rojo), y Oceanía y Asia (mar del Coral y mar de China Meridional).

Cada ruta se diseña para equilibrar distancia, riesgo sísmico y estabilidad política. Por ejemplo, algunos cables nuevos evitan el mar Rojo y el estrecho de Taiwán por razones geopolíticas.

Qué pasa cuando un cable se rompe

A pesar de su robustez, los cables pueden sufrir daños por anclas de barcos, terremotos submarinos, pesca de arrastre o incluso sabotaje. Cuando ocurre una ruptura, se detecta una caída de señal inmediata.

Barcos especializados acuden al lugar, extraen el cable, lo cortan, reparan y vuelven a sumergirlo. Este proceso puede durar desde unos días hasta varias semanas. En 2023, por ejemplo, una rotura frente a la costa de África Occidental dejó sin internet a varios países durante más de 72 horas.

Por qué no usamos satélites en su lugar

Aunque suena más moderno, los satélites no pueden reemplazar los cables submarinos. La razón principal es la latencia: una señal que viaja al espacio y regresa tarda mucho más que una señal que cruza un cable bajo el mar.

Los satélites tienen menos capacidad y son más vulnerables a interferencias y ataques. Por eso, las redes más rápidas y seguras del mundo —como las que usan bancos, gobiernos o plataformas de streaming— dependen de cables físicos.

De hecho, incluso los sistemas como Starlink funcionan mejor cuando se apoyan en infraestructura submarina.

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Impacto en la economía digital

Los cables submarinos son la columna vertebral del internet global. Sin ellos, el comercio electrónico, la banca digital y la nube simplemente dejarían de funcionar. Cada día, más de 10 billones de dólares en transacciones financieras cruzan estos cables.

También son vitales para servicios como Google Cloud, Microsoft Azure, AWS, Netflix, Spotify, videollamadas, redes sociales y sistemas de inteligencia artificial que requieren enormes flujos de datos en tiempo real.

Sin esta red invisible, el mundo moderno colapsaría en cuestión de horas.

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Desafíos y riesgos globales

Además de la vulnerabilidad técnica, los cables submarinos enfrentan riesgos geopolíticos, económicos y ambientales. Algunos atraviesan zonas en disputa, como el mar de China Meridional, lo que los convierte en posibles blancos estratégicos. Otros están expuestos a la vigilancia o espionaje.

El cambio climático también afecta su funcionamiento: el aumento de la temperatura y los movimientos sísmicos alteran la estabilidad del fondo marino. Y mientras la demanda de datos crece exponencialmente, las grandes empresas deben construir cables más rápidos, seguros y sostenibles.

El futuro de la conectividad submarina

El futuro apunta hacia cables con fibra óptica de nueva generación, rutas más inteligentes y sistemas híbridos que integren infraestructura terrestre, satelital y marina. Además, varios países están empezando a invertir en cables nacionales y regionales propios para reducir su dependencia de gigantes tecnológicos y proteger su soberanía digital.

También se espera que la próxima generación de cables sea autosuficiente energéticamente, con mantenimiento remoto y monitoreo por inteligencia artificial.

Una red que sostiene el mundo

Los cables submarinos son una de las maravillas tecnológicas más desconocidas de la humanidad. Invisibles, silenciosos, pero absolutamente esenciales. Desde el primer hilo telegráfico de 1858 hasta los modernos cables de fibra óptica que cruzan océanos, representan el avance de la civilización en conectar el mundo. Y mientras lees esto, millones de datos están viajando bajo tus pies, cruzando continentes y sosteniendo la vida digital que damos por sentada.

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